Nunca había oído hablar del furoshiki hasta que llegué a Japón, concretamente a Kyoto, el paraíso de las telas japonesas, donde hay un montón de tiendas donde venden y te enseñan a utilizar furoshiki.
En Japón todo el mundo lleva colgantes en el movil, en las bolsas y en todo lo que os podéis imaginar. Así que yo me compré un colgante con un cascabel y una carita de geisha para que mi furoshiki fuera 100% japonés.
Lo mejor de todo? Con tu furoshiki te dan las instrucciones para hacerte mil diferentes, ya que según lo pliegues y ates, con una correa o con anillas o sin nada, te puede quedar un bolso diferente.
Así que la primavera pasada me puse manos a la obra, compré una tela en color menta superbonita, que intenté rematar gracias a las nociones de costura que aprendí en el taller de YO ME LO COSO y con unas anillas de bambú que también traje de Japón, me hice mi segundo furoshiki.
Fácil, cómodo y ecológico, no tienes más que desatarlo y atarlo de manera diferente para tener un bolso nuevo cada vez.
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